Mi pasado me condena

La noción de la muerte es angustiante. Tarde o temprano todo hombre descubre que morirá y a partir de ese momento libra una batalla absolutamente estéril y desigual contra la finitud. Algunos pretenden trascender por medio del arte, puesto que suponen que su obra perdurará en el tiempo; otros se resignan y están los que buscan consuelo en alguna religión.

La reencarnación es una doctrina basada en la idea de que el alma es inmortal y que debe ir evolucionando -a lo largo de sucesivos nacimientos- hasta alcanzar la unión con el alma universal. A este estado se lo conoce con el nombre de NIRVANA (Mr. Cobain, me hubiera encantado conocerlo. Mr. Grohl, cuando quiera nos juntamos y tocamos algo).

Por muy interesante que parezca esta idea (me refiero a la de reencarnar, porque la de tocar con Dave, doy por descontado que lo es, pero no creo que le importe a nadie más que a mí), cabe aclarar que para los hindúes, la reencarnación no es deseable. El alma reencarna porque debe asumir las consecuencias de las acciones realizadas en su vida anterior y este proceso se prolonga hasta que se purguen las deudas por todas las conductas pasadas.

Aquí es donde comienzan las objeciones a la noción de Reencarnación. ¿De qué sirve vivir muchas vidas si el único objetivo es pagar por lo que uno hizo en el pasado? El determinismo opera en forma despiadada en esta concepción. Y por otra parte, es absolutamente indignante hacerse cargo de algo que ni siquiera es posible recordar. Porque si por lo menos uno sabe que en esta vida sufre como un marrano, debido a que en la anterior fue Nerón... Bueno, ¿Quién me quita lo bailado?. Pero afrontar toda clase de penurias en medio de la incertidumbre y la ignorancia más absoluta, suena más a una resignación del tipo: "Me pasa todo esto porque algo habré hecho", que a idea de evolución del alma.

Otro punto a considerar es la gente que da cuenta de sus vidas anteriores. Lo más notable es que nadie ha sido un perfecto desconocido. Todos han tenido la dicha de ser personalidades de renombre (hasta el momento conozco tres que fueron Bonaparte y dos que juran haber sido Cleopatra). Esta sola circunstancia es suficiente para instalar fuertes sospechas sobre esta doctrina, ya que cabría concluir que hay gente que miente o que las almas más que evolucionar se van degradando, puesto que pasar de Napoleón al repositor de matafuegos de mi edificio no parece ser avance alguno.

Pese al agnosticismo que profeso, debo confesar que yo también me sentí tentada por averiguar que había sido en mi vida anterior. En busca de alguna clase de respuesta, hace muchos años, ingresé en una página de Internet (cuya dirección no voy a revelar por cuestiones de estricta seguridad. Bah, en realidad es porque no la recuerdo. Es más, seguramente esa página ya no existe) que se especializaba en brindar esta clase de información. Luego de volcar algunos datos de mi identidad actual, me preparé a recibir un reporte sobre quién había sido en mi vida pasada. Una cálida voz, en perfecto castellano (lo que me dio indicios de la seriedad con la que se maneja el más allá, porque seguramente habla en todos los idiomas) me informó que había sido un hombre que vivió en Hawaii, en el siglo XIX, y que me había destacado como líder espiritual y artista.

Con diferencia de escasos minutos, mi mejor amiga ingresó a la misma página, a los fines de obtener noticias acerca de su pasado. Con estupor comprobamos como el "Más allá" le comunicaba exactamente lo mismo que a mi. Al principio no lo pudimos creer, pero habíamos vivido exactamente en el mismo sitio, en la misma época y habíamos desempeñado las mismas tareas.

Lejos de sentirnos contrariadas, nos dimos un abrazo virtual, la respuesta estaba frente a nuestros ojos: en nuestra vida anterior habíamos sido hermanos gemelos...