
Intentaré describir la situación lo mejor posible. Estoy mirando una película que me parece que está bastante bien, es decir que a medida que transcurre pienso cosas como éstas: ¡Qué bien que está esta película!, ¡Cómo me gusta esta película!, ¡Bien ahí!, etc.
Llegado un punto del film, cuando la situación debe empezar a definirse -digamos que ya ha transcurrido más de una hora y media desde el inicio de la función, porque tampoco voy a ser tan necia como para ansiar lo que voy a explicar a los 10 minutos de comenzada la proyección- algo sucede en la pantalla e instantáneamente yo considero que sería perfecto que ese fuese el final. La película sí o sí tiene que terminar ahí porque ya no hay nada más para decir luego de eso, ha llegado a su instante cúlmine.
Sospecho que hasta podría llegar a emocionarme si así fuera, porque sin lugar a dudas ESE ES EL FINAL PERFECTO PARA ESA PELICULA, y entonces yo recomendaría la película con cierta efusividad (tampoco tanta porque odio la desmesura en público) e incluso resaltaría la mano magistral del director y también del guionista en la elección de la escena final.
Pero esto casi nunca sucede, porque se ve que los directores de cine se ceban y piensan que posiblemente jamás lleguen a obtener un crédito para una segunda filmación. Entonces quieren quemar todas las naves en la primera oportunidad y la película comienza a extenderse atentando contra cualquier noción estética y de buen gusto. Y así, lo que podría haber sido una gran película se convierte en un mamarracho de proporciones, en un pasticho (que bueno es decir y escribir "pasticho") que no tiene ni ton ni son y que se prolonga hasta que todos los espectadores comenzamos a desear que alguien queme el cine o que los actores se rebelen y secuestren al director o sencillamente que se produzca un hueco en el medio de la sala del que irrumpa el diablo para arrastrarnos hacia las llamas eternas.
O algo por el estilo.
1 comentario:
Es el efecto pantera rosa...te acordas que cuando se cebaba estropeaba todo???
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