25 de junio de 2009

El escritor y sus fantasmas

"En todo caso, había un solo tunel oscuro y solitario: el mío"
Ernesto Sábato, El tunel

La primera vez que leí "Sobre héroes y tumbas" tenía 15 años. La fascinación que despertó en mí ese libro, provocó la situación de siempre: me precipité sobre la obra de Sábato como una poseída. Cada vez que me enamoro (en términos literarios -bueno no siempre son sólamente literarios-) de un escritor, tengo la imperiosa necesidad de conseguir todos sus libros y leerlos. Pienso que así llegaré a desentramarlo, que voy a poder comprender cuáles fueron las obsesiones que lo llevaron a escribir de esa forma. Con la lectura de Sábato también descubrí cuáles eran algunas de mis obsesiones -pero ese es material de otro post-.
Sabato me desesperó, me perturbó como pocos, me hizo sospechar que los sueños no son otra cosa más que nuestras visitas a los Infiernos y al Paraíso y me demostró tempranamente aquello que años más tarde descubriría en los textos de otros filósofos: que el pensamiento racional llevado hasta las últimas consecuencias puede derivar en la locura. Pasó el tiempo y me enredé con otros autores, quince años después de aquel primer encuentro, lo releí. Quería comprobar si aquello que me había descolocado durante mi adolescencia era producto de una edad conflictiva o algo intrínseco a la obra de Sábato. Y ahí estaba nomás, interpelándome hasta la provocación, como lo había hecho antes.
Ayer Sábato cumplió 98 años. No me interesan las efemérides, no me parecen importantes; pero analizando el estado de las letras nacionales en la actualidad, va desde aquí mi agradecimiento a ese señor que me permitió jugar en su jardín de Santos Lugares.

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