No, dejá...mejor no me digas nada

Desde hace algún tiempo a esta parte he advertido que algunos supuestos elogios no hacen más que desenmascarar prejuicios. Así, quienes rinden el homenaje se maravillan de que la persona ponderada sea una suerte de excepción a la regla que ellos o cierto conjunto social que los rodea, ha establecido.

A modo de ejemplo van 3 de los últimos elogios recibidos:

1. Es fantástico, pero no pareces abogada.

2. Es fantástico, pero no pareces hija única.

3. Es fantástico, pero no pareces de Belgrano.

Además de resultar evidente la limitación terminológica de mis interlocutores, puesto que cualquier acontecimiento vulgar se torna equiparable a la existencia del hombre invisible (hecho que, sin duda alguna, reviste el caracter de fantástico), lo cierto es que luego de requerir alguna clase de explicación ante el elogio, es posible deducir las siguentes conclusiones:

1. Un abogado es un ser maléfico, proveniente del Infierno ó, lo que es mejor aún creador y regente del mismo, que lejos de brindar asesoramiento legal, sólo pretende alzarse con los bienes de todo pobre mortal y arrojar su alma a los perros. Un abogado -por extraño que parezca- también carece de creatividad.

2. Una hija única es una chica malcriada y consentida, que hace del capricho su estilo de vida y maneja a su antojo, a sus pobres progenitores, quienes a diario se maldicen a sí mismos por haber engendrado un ser tan egoísta e insensible. Este monstruo, en la incesante búsqueda de su autosatisfacción, no escatima esfuerzos en destruir a todos sus congéneres.

3. Una persona que vive en Belgrano es aquella a la que se le ha incrustado un tubérculo en la mandíbula (es conveniente no indagar como sucedió esto), razón por la cual se encuentra absolutamente imposibilitada para hablar con claridad y hacer gala de un vocabulario que exceda de los términos: nada, obvio, bien, no, gordi y si (pero la pronunciación de esa "s" es muy particular y belgranense y no puede ser explicada por este medio. Es por eso que hago expresa reserva de efectuar su imitación en vivo y en directo).

Eso sí, cabe reconocer que el salvajismo de los elogiadores es bastante moderado, porque por lo menos, hasta el momento, no los he escuchado decirle a nadie: "Qué fantástico, vivis en una villa, pero no pareces delincuente"