No es falta de creatividad, la culpa es del tiempo

Por mucho que se busque, la originalidad no parece ser una de las características del arte de hoy en día, al menos en materia literaria -salvo más que honrosas excepciones, claro está-.

Basta una somera lectura de la producción de los nuevos "creadores" para descubrir una "afanosa" influencia de algún escritor ya "consagrado" (perdón, me cebé, las comillas en el término "consagrado" están de más, pero la verdad es que me da mucha pereza borrarlas, así que tenga a bien releer la frase, haciendo caso omiso de las mismas).

Es claro que los nuevos autores podrán rebatir la afirmación antes expuesta y decir: "No es nuestra culpa haber nacido en esta etapa del desarrollo de la civilización, cuando ya casi todo ha sido escrito. Si hubieramos nacido antes, ahora estaríamos bien muertos y gozaríamos de un amplio prestigio, amén del hecho de ser plagiados por todos nuestros contemporáneos (o sea, de nuestros contemporáneos actuales, que en realidad no serían nuestros contemporáneos puesto que nostros habríamos nacido en otra época y ahora estaríamos bien muertos)".

Más allá de la clara dificultad que tienen estas jóvenes plumas para definir, entre otras cosas, la situación espacio-temporal en la que habitan, lo cierto es que -nobleza obliga- algo de razón les asiste. Si estas pobres víctimas de su tiempo hubieran nacido con anterioridad, bien podrían haber sido Goethe ó Cervantes ó Poe ó Ezra Pound...

Bueno, en realidad no. Creo que me excedí un tanto en la comparación (un tanto bastante), porque más allá de la simpatía que pueda despertar la causa que aúna a estos noveles copistas, lo cierto es que, a la luz de sus escritos, nada nos garantiza que de haber existido en la antiguedad hubieran alcanzado renombre alguno.

No obstante ello, y si de algo sirve, como las causas perdidas son las únicas que ameritan ser peleadas, vaya desde aquí nuestro más sincero reconocimiento para todos aquellos estupendos escritores que hubieran podido ser.